sábado, 26 de marzo de 2011

EL RETORNO

EL RETORNO

No hubo mas escalas hasta Triestre, por el mar adriático se escuchaba la pirenaica con mucha fuerza, en Trieste esperaba el cónsul brasileño por uno de los pasajeros del que ya hable que iba para la embajada checoslovaca y que nos invito a los tres pasajeros a comer pastas de todo tipo en un importante restaurante, después de llevarnos a visitar la ciudad. A las cinco de la tarde me despedí de todos en el andén y me fui a Paris en el tren Belgrado – Paris, donde llegue un domingo en el que se celebraba un acto dando el nombre de Julián Grimau a u barrio en Ibri, antes vi. a un señor a quien le pregunte por señas si conocía a algún comunista español y me condujo a un barucho donde había varios, yo llevaba una carta de Marcos Ana para Carmen y se la mostré, entonces note cierta desconfianza a que yo fuese un policía español y tuve que esperar a que viniera Arsenio el marido de Amelia a los que después tuve ocasión de tratar como militantes en Gijón, conocía la firma de Marcos Ana y me invito a comer a su casa, para después ir al acto en Ibri donde estaba Carmen que se encargo de alojarme en casa de unos camaradas. Allí conocí también a Liíto el de La Rebollada, que fue el contacto del partido comunista en Gijón.
Me retuvieron un mes en Paris para aleccionarme, examinarme sobre muchas cuestiones, y presentarme a muchos dirigentes del Partido que, unos me aleccionaron sobre la formula de  defenderse ante un interrogatorio de la policía en el que aplicasen el suero de la verdad según la experiencia de un argelino que cuando le pusieron la inyección apretó con mucha fuerza un botón de la guerrera, y cuando despertaba, (que es el momento de contestar a todas las preguntas), el dolor en la mano lo volvió consciente en un instante y no fueron a sacarle nada
¿Qué opinas de la Unión Soviética? Me pregunto Inguanzo, le conteste “deje en el Brasil un montón de revistas de la Unión Soviética, y a mi no me dice nada las toneladas de acero sino la justicia social”.
En Paris conocí a muchos comunistas exiliados, las hijas de Grimau y Angelita, Mije, la familia de Cazorla (creo que se llamaba así), comí en su casa y me facilito la dirección de la Pirenaica, Mario Huerta y otros posibles contactos en España y muchos más. Compre una bufanda pues hacia frío en noviembre y los trajes que tenia del Brasil eran bastante delgados, llegue a Teverga aun con 3000 pesetas, no había hecho más gastos que lo imprescindible. El PCE en Paris me había preguntado si necesitaba dinero y les dije que esperaba llegar con lo que tenía, insistieron pero sabiendo las penurias que pasaban muchos comunistas y las campañas de solidaridad con los familiares de presos políticos, me parecía un derroche aceptarlo.
En el mes de Febrero del año 1964, después de asistir dos o tres domingos a las cinco de la tarde al ALSA con un periódico en la mano, según lo convenido me encontré con Lito el de La Rebollada y así empezó mi larga militancia en el partido comunista en Gijón.

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