jueves, 25 de noviembre de 2010

ALGUNOS RETAZOS QUE DEBEN PUBLICARSE

Estando en el palacio del conde de Entrago, (habilitado para cárcel), varios parientes míos, entre ellos el tío José Ramón del que ya hable y el primo Jesús, se presenta Rufino Canteli, “el sacristanín buen mozo”como figuraba en unas coplas cuyo autor era Mariano el de Redral, miembro del comité del partido socialista que criticaba con coplas a los destacados partidarios del dictador Franco, ridiculizándolos; este Rufino Canteli como digo se presento en la cárcel y pidió dos voluntarios para enterrar un caballo, y los más jóvenes que había eran mi tío José Ramón y el primo Jesús, que por salir de allí aunque fuera por poco tiempo se ofrecieron y lo acompañaron hasta el cementerio de La Plaza. No era un caballo sino un hombre que estaba tapado con una sabana; hacen la sepultura y preguntan al sacristanin si les deja mirar quien es, este afirma y José Ramón trato de descubrirle la cara pero la sabana estaba pegada a la carne ensangrentada y ante el gesto de taparla de nuevo confiesa Rufino que es Mariano el de Redral, quien con el pié lo empuja hacia la fosa.

Se decía que Mariano el de Redral los vio llegar y que sabiendo lo que le esperaba se cortó las venas de la muñeca, pero tanto si es verdad esto como si fue matado a palos demuestra la calaña criminal de este verdugo.

En aquella cárcel se torturaba y se dieron casos dignos de contar, que también influyen en el pensamiento de personas que como era mi caso, habíamos sufrido más o menos algún arañazo de la fiera dictadura; acostumbraban a sacar diariamente a algunos presos para darles una paliza, tratando de conseguir como en el caso de José el de Inés, la firma de un documento en el que debía aprobar la cesión de unas fincas que llevaba en arriendo y que habían sido ocupadas por el comprador, aunque ya estaba el trigo sembrado por José con 20 cm. de altura. Nunca firmó esa conformidad y aguantaba los palos sin quejarse, era un hombre duro y con una dignidad a toda prueba. Lo colgaban de una cuerda atada a las manos por detrás del cuerpo y el otro extremo pasaba sobre una viga de forma que quedaba suspendido del suelo, un día y otro lo machacaban de esa manera pero un día volvió derramando sangre por la cara, le habían dado por la cabeza seguramente por ver si así lo dominaban, al verle los compañeros de cautiverio, alarmados lo rodean y le dicen, te han pegado mucho, a lo que él respondió como quitándole importancia: ¡Va¡, “jodiéronme un poco el techau”.

A un preso de baja estatura que llamaban el hospiciano también lo sacaban todos los días a darle palos y un dia que le pegaba un verdugo que apodaban “el moro Juan le dice el hospiciano “no le da vergüenza pegarme atado, siendo usted tan alto y fuerte” y el otro que estaba acompañado de otros dos verdugos, les dice “soltarlo”, verse suelto el hospiciano y lanzarse dando un salto al cuello del ”moro Juan” fue todo uno, le agarró con una mano el gaznate y no tenían forma de soltarlo, tuvieron que cortarle el brazo con un machete cuando ya estaba el “moro Juan” medio asfixiado y con la lengua afuera, al “hospiciano” lo  mataron allí mismo.

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