sábado, 13 de noviembre de 2010

LA CRISIS VISTA DESDE MUCHO MÁS ABAJO

La situación laboral y social en España, durante la democracia, arranca con los “pactos de la Moncloa” donde se planteó la necesidad de cerrar el abanico salarial, barajándose la fórmula de los aumentos por el IPC anual, de manera que fueran inversamente proporcionales al salario de cada cual. Así los del salario mínimo tendrían un aumento resultado de multiplicar el salario “máximo” por el % del IPC anual y a su vez los del salario máximo recibirían solamente el porcentaje que antes correspondía a los del salario mínimo. El resultado sería un continuo cierre del abanico salarial, año tras año, hasta donde se considerase conveniente para la economía del país.

El método no se aplicó, y hasta nuestros días siguió abriéndose, año tras año, en una espiral interminable. Somos el país europeo que tiene los salarios mínimos más bajos en relación con los salarios  altos. En cuanto a las pensiones, se mantuvo hasta 1993 un pequeño ajuste, donde las pensiones altas y medias cedían a las más bajas una pequeña cantidad; por esas fechas se suspende ese ajuste, con lo que las pensiones sufrieron el mismo ritmo que los salarios.
          
Analizando este fenómeno desde “abajo del todo”, manifestamos que es la causa fundamental, muy por encima de otras que también están presentes, por la que España tiene el doble porcentaje de paro que el resto de los países europeos. ¿Por qué? Pues porque actúa sobre la “crisis especifica española”, que ya empezó antes que la crisis general, debido a una continua subida de los precios desde la primavera hasta el mes de Octubre del 2008, detectándose una disminución del 6,5 % en la compra de los artículos de primerísima necesidad, cosa que no ocurrió en el resto de los países europeos por tener salarios y pensiones más equilibrados, siempre capaces de mantener el consumo de artículos de primera necesidad. ¿Qué la burbuja inmobiliaria afectó más a los españoles? No lo negamos, pero insistimos en que el volumen principal de los afectados, son aquellos millones de personas, que, dejan de comprar en principio detergentes, luego ropa y calzado y terminan disminuyendo la calidad de la dieta, que puede llegar a tener como base una sencilla sopa de fideos, o tal vez en el mejor de los casos unas legumbres sin acompañamiento. La repercusión en cadena que se produce, si 20 millones de españoles disminuyen el valor de la cesta de la compra en un 6,5 % afectaría a todos los sectores productivos, incluidos los coches y los pisos, y genera parados, que es fácil calcular, en nuestro caso justamente la mitad de los parados nuevos en año y medio.

No está mal que se ayude a un sector como el del automóvil, en un momento dado, pero debiera primero corregirse las causas de la crisis, antes que los efectos de esta. Un control de precios, para que bajen, ayuda a reducir ese fatídico 6,5% de disminución del consumo, y en esa misma medida disminuiría el paro, pero si se quiere más rapidez en el proceso, habría que ayudar directamente a la totalidad de aquellos que dejan de comprar artículos de primerísima necesidad, que son solamente los de “abajo del todo”.
Sabiendo además que esta medida aceleraría la velocidad de circulación de la moneda, y, en gran medida compensaría la dañina estanflación que sufrimos al quedar paralizadas otras ventas, inversiones, y, créditos bancarios. Esa ayuda directa a quienes tanto lo necesita, es como un préstamo a corto plazo ya que será devuelto automáticamente en cuanto lo reciban, pues van a gastarlo de forma inmediata y, su repercusión en las arcas del estado se sentiría muy pronto.

Una pretendida reforma laboral que no ponga freno a la apertura del abanico salarial, no sería tal. Incluso un reparto lineal (para todos la misma cantidad de dinero) de la subida anual por el IPC sería una medida raquítica, si anteriormente no se supera ese 6,5% de perdida del consumo de artículos de primerísima necesidad, ya sea con un ajuste a la baja de los precios, o con una ayuda directa a esos millones de necesitados. Es necesario conseguir a corto plazo, que se reduzca el tanto por ciento del paro que corresponde a la crisis específica española.

Tropezamos con un obstáculo muy importante, la falta de un sindicato de la mayoría de ese 90% de trabajadores no sindicados, que es donde esta el grueso de los más necesitados, y que no se aprecia interés en ayudarlos a organizarse en un sindicato de nuevo tipo, no nos sirven para dar esta batalla los actuales métodos sindicales, hoy se necesita un sindicato que se implique en la defensa del poder adquisitivo.
  
No se trata de desplazar a los sindicatos actuales, que saben defender lo suyo, aunque padezcan (como la mayoría de los ciudadanos en alguna medida) de esa enfermedad que dirige el cerebro desde estímulos estomacales, en vez del raciocinio de un análisis político. Mal este que puede traer consecuencias nefastas a la larga, incluso para sus propios intereses, si se toman medidas inadecuadas en un momento dado, como las de 1993 ya señaladas, que sirvieron de base para el “pacto de Toledo”.

Desde aquí hacemos un llamamiento a difundir estas ideas, intentando que cuajen en esa organización sindical que se nutriría del 90% de los trabajadores y pensionistas, y con una cuota simbólica de un euro, por ejemplo, a descontar en nómina, intente movilizarse en defensa:
        
·        Del poder adquisitivo de la cesta de la compra, o lo que es lo mismo de              
      artículos de primerísima necesidad.  
·        Del nivel de consumo mínimo que cubra todas las necesidades elementales.
·     De una gestión compartida en la empresa, para garantizar que la parte de las ganancias destinada a incrementar los salarios se distribuya linealmente, manteniendo las diferencias salariales, sin que aumente la diferencia por ningún concepto.

      Unos principios inamovibles, para que ese sindicato no sufra mutaciones cuando una asamblea elitista trate de barrer hacia sí cualquier privilegio que perjudique a los salarios más bajos.

Aunque sabemos que la inmensa mayoría de los más necesitados no tiene Internet, ni un partido político interesado que les ayude a organizarse, hacemos un llamamiento especialmente a jóvenes entusiastas, que todavía no están maleados por una sociedad tan desigual, a que difunda este escrito, introduciéndolo en su página Web y enviándolo a todos sus conocidos. Hacer una masiva difusión del mismo, crear un foro de debate, o desarrollar otras iniciativas, para que la difusión llegue a todos los rincones del país. Merece la pena intentarlo, e incluso asumir una responsabilidad orgánica si alguien la considera necesaria a nivel local y o nacional, para facilitar el camino que posibilite la formación de ese nuevo sindicato.
La tarea puede no ser fácil por los intereses creados, pero esperamos que den la cara, para que sepa todo el mundo quiénes son.

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